Se llamaba Eidophusikon y se anunaciaba literalmente como “ una serie de imágenes en movimientos capaces de unir pintor y mecánico reproduciendo el movimiento natural en un grado elevado de apariencia”. Era un teatro de efectos: escenas en miniaturas dispuestas de forma adecuada que se veían animadas mediante un hábil juego de luces y sombras.
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