jueves, 26 de junio de 2008

Hace una semana tuve la oportunidad de disfrutar en el auditorio del museo d´Orsay de Paris de una representación musico-teatral que recuperaba la tradición sombrista parisina del XIX .

Si no sabiais de su pasado, estos breves apuntes os situarán en plena bohemia. C´est magnifique!







En un lugar próximo a Place Clichy, al pie de la colina de Montmartre, existió el Cabaret del Gato Negro, en francés, el Chat Noir. Si hubo un símbolo de la belle epoque, este símbolo es ese extraño cabaret que a algunos nos ha fascinado desde siempre y cuyo emplazamiento hemos visitado intuyendo el rastro del que fue centro cultural de su tiempo. Esta es su historia.

El origen del Cabaret

Rodolpe Salís era un modesto limonero de provincias que en 1872 había llegado a París con muchas ilusiones y sin apenas peculio. Pero era un tipo espabilado de esos que solamente la pobreza de las provincias es capaz de dotar de un innato sentido de la supervivencia. Se ganó la vida fabricando imágenes sagradas que eran consumidas por los católicos franceses en un momento en el que su polémica con la República se iba recrudeciendo. Se interesaba también por la cultura de su tiempo y había podido conocer a algunas de las mejores inteligencias de la época.
Un buen día tuvo una idea para huir de la mediocridad: crear un espacio en el que la bebida y la cultura se encontraran. Imaginaba a los sacerdotes de la cultura laica bebiendo y departiendo con Balzac o Víctor Hugo; pensaba en veladas intensas surgida de una imaginación estimulada por la absenta y el láudano.
El nombre del local procedía de un gato negro perdido que Salis encontró mientras trabajaba en acondicionar el lugar. O, al menos, eso difundió.





El teatro de las sombras



Sin duda, además de su clientela bohemia, el Teatro de las Sombras fue el elemento que más atractivo tuvo para la clientela del local. Consistía en generar efectos de luces de colores proyectadas sobre una pantalla sobre siluetas recortadas en cartón y en láminas de zinc. La primera vez que se exhibió el espectáculo fue en 1894. En aquella misma época, Fulcanelli definía a la alquimia como “una permutación de formas mediante la luz, el fuego o el Espíritu”.
Las composiciones eran verdaderas piezas teatrales, acompañadas del piano. Fueron elaboradas por cuatro autores, Raymond Roussel, Alfred Jarry, Maurice Leblanc, Gaston Leroux. Se ha dicho que los cuatro elaboraban sus piezas dirigidos por un “maestro de logia” desconocido y se ha insinuado que podía ser Fulcanelli o alguno de los que operaron con este seudónimo colectivo.
El origen de esta forma de expresión artística había sido el juego que Henri Rivière había realizado en 1885, junto con George Auriol y Henri Somm. Los tres intentaron trasladar al Chat Noir los teatros de marionetas infantiles, sólo que con argumentos y temas para adultos. A Rivière se le ocurrió utilizar una pequeña servilleta blanca en el escenario del pequeño teatrito. Somm, por su parte, tuvo la idea de realizar recortes representando siluetas de personajes conocidos que colocados detrás de la servilleta, proyectaban sobre ella su sombra. Habitualmente, los temas de las representaciones eran pequeñas cancioncillas (que otros cantaban o acompañaban piano), pero pronto pasaron a ser obras propiamente simbolistas.
Dos años después, Rivière, dio un paso más y sustituyó este teatro informal por lo que sería internacionalmente conocido como el “teatro de las sombras”. La pantalla pasó a ser un lienzo de 1,12 x 1,40, situada en un bastidor metálico en el exterior del edificio. Caran d’Ache, por su parte, recortó siluetas en cinc asegurándoles una mayor perennidad. Rivière, por su parte, pintor, litógrafo, músico y fotógrafo, podía verlas desde su taller en el 29 del bulevard Clichy.
A lo largo de 11 años que duraron estas representaciones se produjeron en torno a 40 piezas teatrales que constituyeron la mejor publicidad del local.






El éxito del Chat Noir fue extraordinario, no solamente en Francia, donde inmediatamente tuvo competencia, como hemos visto, sino también en España. En Barcelona, concretamente, un grupo de artistas modernistas, conocedores del cabaret francés, decidieron transplantarlo a la ciudad condal. No fue uno, sino cuatro los gatos que inspiraron el local. En efecto, en la calle Montesión (nombre, por lo demás evocador), próximo a la Catedral de Barcelona, se abrió en el año 1897 el cabaret Els Quatre Gats. El nombre se debía a Santiago Rusiñol quien había dicho que el local lo frecuentarían “cuatro gatos”. Como se sabe, Rusiñol era un adicto a las bromas (aparte de a la morfina, por cierto, en un período de su vida), así que habitualmente se toma este comentario por una de sus múltiples ocurrencias. La sonrisa irónica se hiela cuando se sabe que Santiago Rusiñol, pintor radicado durante muchos años en París formó parte y fue iniciado regularmente en la Orden de la Rosa Cruz Católica dirigida por Josephin Peladan y de la que formaban parte muchos de los intelectuales y artistas habituales del Chat Noir, diestros en el noble arte del esoterismo.