lunes, 19 de marzo de 2007

III.TITERES, DRAMATIZACIÓN Y EDUCACION



¿Por qué reclamo este protagonismo para el taller de teatro de títeres como método? Primero porque se parte del juego como base de la actividad humana (Huizinga 1972), es decir, el juego como soporte de una actitud activa y dinámica que facilitará la asimilación de los aprendizajes. En segundo lugar porque potencia el desarrollo de la expresión oral y corporal como elementos fundamentales de la comunicación humana. Tercero, porque su metodología es participativa, democrática y fomenta la cooperación, el trabajo en grupo y estimula la reflexión sobre las distintas actividades convirtiéndose en un vehículo para transmitir valores de tolerancia, respeto, solidaridad , crítica y denuncia.

Esta metodología, las actividades que se realizan y los contenidos que se trabajan en el taller nos pueden resultar más útiles para la vida que esa ingente cantidad de información que debemos memorizar durante tantos años de escolarización. Incluso puede reforzar la formación básica y facilitar la asimilación de la formación complementaria que cada vez más asiduamente requieren las empresas y los nuevos puestos de trabajo.

En el taller de títeres aprendemos una serie de destrezas y competencias ricas y fundamentales para la vida cotidiana:
. Fomenta la capacidad para pensar, razonar, criticar o tener iniciativas (por ejemplo a través de las improvisaciones, análisis colectivo de las escenas y los ensayos, modificaciones de las obras basadas en las aportaciones del grupo, etc.
. Otras competencias estarían relacionadas con la comunicación como la lectura dramática, correcta y vocalizada, hablar en público con fluidez, etc.
. Otras se dirigirían a la adquisición de habilidades de carácter social, por ejemplo trabajar en grupo, desenvolverse en relaciones interpersonales, organizar y planificar el trabajo colectivo e individual, desinhibirse ante el público, asumir con agrado el reparto de funciones renunciando a veces al protagonismo individual, etc.

A diferencia del uso que el movimiento “teatro en la educación” hace de las técnicas del teatro para conseguir diversos objetivos educativos, siendo la representación el medio para alcanzarlos, en la dramatización, con su sentido original, lo importante no son las representaciones (el producto final) sino el proceso en el cual y a través del cual el individuo, en compañía de otros participantes, experimenta problemas y descubre soluciones mediante la acción. En palabras de Gavin Bolton “la dramatización en la educación no es el estudio de los textos dramáticos, aunque puede ser parte; no es la representación de una obra escolar, aunque puede ser parte de ella; no es incluso la enseñanza del drama, aunque puede ser gran parte de ella. Esencialmente es un proceso, de tipo dramático, que enfoca los sentimientos y el intelecto de los alumnos para conseguir objetivos educativos”. Por su parte el canadiense Richard Courtney ha señalado que el drama educativo no es una asignatura más de la programación, sino una disciplina que engloba a
todas las ramas del saber, presentes, según su opinión, en la experiencia total que su desarrollo lleva consigo.
Son innumerables los autores que coinciden en otorgar gran importancia a la actividad dramática en la escuela y a su aportación a la formación de
personas capaces de interactuar en un grupo aportando soluciones a los problemas de índole artístico, creativo y social surgidos en el aula. Una vez asumida esta postura cabe plantearse cual puede ser la forma de iniciarse en el trabajo dramático en el aula. Por su carácter extraordinariamente mágico e irreal y por tratarse de un recurso tradicional, universal e inagotable en cuanto a variedad de técnicas y formas posibles decidimos usar las artes titiriteras como vehículo de este viaje iniciático al mundo de la dramatización y del arte visual
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Antonio Sánchez.

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